domingo, 18 de enero de 2015

Golpiza iluminadora

Crítica de José Donayre sobre la primera edición


En ocasiones, se tiene la impresión de que hay historias sinuosas que buscarían ser narradas por escritores de cierto temple para resolver las situaciones límite que —soterradamente— conllevan. Los relatos que Orlando Mazeyra ha reunido con el título de La prosperidad reclusa estarían hechos de esa materia tan peligrosa, más aun si esta se manipula en el ámbito de la metaficción literaria, donde el autor corre el riesgo adicional de entramparse en su proyección o diluirse en su propia elusión.
Pero Mazeyra, además, insiste en lo escatológico, onírico y decadente. Estos intereses, finalmente, aplicados en el entramado referido, crean una atmósfera ideal para que el autor vierta sus preocupaciones y contradicciones estéticas, entre ellas, la veracidad literaria: «La verdad es un mal necesario que nos ayuda a tratar de entender lo que nos pasa» (p. 95). Así, el autor consigue maniobrar con éxito sobre los andurriales de lo real-inventado, con ciertos afanes por la autobiografía velada.
El libro supera el efectismo del detonante anecdótico y aspira a historias contadas con singular soltura y desfachatez. Parece que cualquier perversión o subversión fuera magnífica plastilina en manos de Mazeyra para diseñar personajes y someterlos a situaciones poco felices. Incluso parece que sus temas encontraran un muy afortunado horizonte en los conflictos narrativos y, no obstante la vil realidad que se recrea, el protagonista —y de paso el lector— sale incólume y agradecido… a pesar de la golpiza.

José Donayre Hoefken (revista Caretas)

domingo, 11 de enero de 2015

Un vistazo rápido a la producción literaria de 2014 en Arequipa

Segunda Edición (2014) a cargo de Legisprudencia.pe

[...] Entre los libros de narrativa que cabe destacar están también la reedición de La prosperidad reclusa de Orlando Mazeyra y el conjunto de relatos Témpanos y kamikazes de Yuri Vásquez.

Los cuentos que Mazeyra publicara en 2009 se han visto enriquecidos con el acompañamiento de cuatro relatos de su primer libro. Con esta inclusión el libro gana mucho. Esta es la mejor vía de Mazeyra, retroceder a sus épocas iniciales.

Escribe: Percy Gerardo Prado
Fuente: ALTO DE LA LUNA

viernes, 5 de agosto de 2011

El infierno interior


Por Carlos Rivera

Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”.
Jorge Luis Borges

Hastiado Gustave Flaubert, y para que se develara quién era Madame Bovary, éste respondió: (Madame Bovary, c’est moi) “la Bovary soy yo”. Y es que ese gran personaje de la literatura universal se convirtió en su sangre y su alma (si ésta existe). La novela fue mas allá de la ficción y causó escándalos en la sociedad francesa siendo procesado en 1856 por “ofensas a la moral y a la religión” creyendo los acusadores, desde sus ignorancias y prejuicios, que la obra alteraría las buenas costumbres. De hecho, los personajes de la novela en su mayoría fueron extraídos de las vivencias personales y de escenarios reales, producto de una investigación obsesiva por encontrar arquetipos para su novela. Pero la literatura es una gran mentira hecha con trozos de la realidad y cuando estos hechos constituyen el corpus literario, ya pertenece a la dimensión del arte. Partiendo de esta breve reflexión que nos pretexta el libro del escritor Orlando Mazeyra Guillén, podremos ensayar algunas consideraciones preliminares acerca de La prosperidad reclusa.

Cada uno de los personajes del libro enfrenta distintas vicisitudes de la vida, pero no desde la periferia de las cotidianidades de personas felices y dignas de imitarse para olvidarse de las desventuras, sino desde los suburbios de la conciencia, es decir desde el infierno que todos llevamos dentro. El autor no intenta crear ambientes, paisajes sociales ni paradisíacos, sino atmósferas, sensaciones, exorcismos. Orlando Mazeyra escogió el infierno para deslizarse por sus recovecos y darles temáticas comunes como el amor, el trabajo, la ilusión, el amor filial, el sexo, la locura y la perversión. Cosa curiosa, los cuentos hablan implícitamente de la prosperidad, pero no entendida desde elucubraciones sociológicas, sino desde la vertiente de un grito, un delirio hacia la vida o a la libertad y a las cosas de este mundo. Es decir, la prosperidad como una utopía personal hecha a medida del individuo.

Las huellas inmediatas a las que nos remite el libro, son Los inocentes de Reynoso, ese delirio poético callejero de una sórdida Lima. O la salvaje collera de Matacabros de Sergio Galarza, y la violenta narración de Rilo en Contraeltrafico. Sin dejar de lado, desde luego, los solitarios y abyectos personajes de Julio Ramón Ribeyro. Claro que también asoman los ecos de Bukowski, Henry Miller, Mario Vargas Llosa y Sartre.

El plus de Orlando Mazeyra a la literatura (al menos en esta obra que leí) es la música, que le da cadencia a las historias, aunada a una perspectiva visual cinematográfica que parecieran escenas de un film con un protagonista central, un guión inconcluso y un escritor omnisciente que alimenta a su antojo las peripecias de los miserables personajes para lograr un desenlace a modo de flashback. Esto da pie, a su vez, a que al menos, en esos viajes oníricos, tengamos un acercamiento a lo total (lo visual, literario y musical).

El autor a través de la obra expresa su desencanto, su rabia, sus delirios existenciales y para arroparle de belleza literaria recurre a una poética personal donde las palabras son un festín de frases que, desde luego, pretenden una estética original. Avizoramos que en algún momento se constituirá de manera sólida en una obra mayor o quizás una novela. En este libro que comentamos, vemos un excelente comienzo hacia ese sendero.

Dentro de los cuentos que componen el libro, a juicio personal, considero el más logrado, Tras la puerta, que sintetiza toda esa poética a la que nos referimos anteriormente, donde el personaje Obdulio transita ese pedazo de su existencia entre un enfrentamiento con su génesis patológica, la búsqueda de la verdad y de sus encuentros y desencuentros con sus tormentos esquizofrénicos y las curaciones a las que es sometido por los especialistas. En esas misceláneas pasadas, y hechos presentes trasunta una añoranza filial, una búsqueda infinita por un poco de comprensión (¿o tal vez una prosperidad sentimental?) que consuela con el apego hacia su madre (o acaso un ideal de ella). Al final, no hay nada revelador, sólo la presencia rotunda, dolorosa y temeraria de su progenitor como parte de su ser que lo acompañará por doquier en los avatares de su existencia. El cuento no gana por K.O. sino por perplejidad.

Los representantes de la actual literatura arequipeña, hace tiempo que han dejado las temáticas comunes y tradicionalistas. Los nuevos escritores jóvenes como Orlando Mazeyra Guillén hacen caso omiso de este canon sagrado del cual algunos todavía creen imperecedero. Porque esta nueva (aún no me atrevo a llamarla generación) pléyade de escritores no tiene miedo de escribir de putas, violencia, drogas, amores, sexo o de algunas pasiones bizarras que giran en su entorno social y cultural. El escritor arequipeño posmoderno es menos timorato, más poético y más trasgresor.

Consideramos por ello que el autor de este conjunto de cuentos escribe sin miedos, ni ataduras o complejos, enfrenta las historias y las plasma con todo su arte. Por momentos parece autobiográfico, representándose a sí mismo, en cada uno de los seres que desfilan en La prosperidad reclusa. El autor parece dejarnos alguna huella evidente del por qué de su escritura en el segundo cuento del libro: La dulce espera (aunque tal vez la presunción podría ser atrevida):

“Cuando empiezo a escribir siempre lanzo un bumerán que retorna y se parte en mi crisma. Son las migrañas nocturnas, o algo más que eso: una punzada en los ojos, de atrás hacia adelante y de adelante hacia la nuca, un vértigo que me acomete cuando trato de recordar a papá”.

Entonces, para finalizar y volviendo a la declaración de Flaubert con respecto a Madame Bovary, es que se puede colegir que La prosperidad reclusa es la expresión de un infierno interior del autor. Las lágrimas, sueños, y perversiones plasmadas en un elevado trabajo hecho con un amor visceral por la literatura. Es la simbiosis poética de la vida y las palabras.

* Tomado del blog de Carlos Rivera.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Reclusos y Marginales


Los cuentos reunidos por Orlando Mazeyra (Arequipa, 1980) en su libro La prosperidad reclusa (Cascahuesos Editores, 2010) se desarrollan en los ámbitos urbanos más extraños: manicomios, cárceles, prostíbulos, claustros de conventos. Y en ellos encontramos a personajes marginales (“los verdaderos outsiders del siglo XXI” los ha llamado el escritor Jorge E. Benavides) viviendo las aventuras más insólitas, incluyendo a un coleccionista de perchas de hotel desesperadamente enamorado de su propia hermana.

Así, atisbando en las grietas de una sociedad no muy moderna (que se identifica reiteradamente con la de la ciudad de Arequipa) Mazeyra encuentra, en estos 23 relatos, abundante material sobre lo absurdo y sombrío de la existencia humana.

Y lo expresa en un lenguaje bien trabajado, en el que se hace evidente la exploración de diversos registros, desde el coloquial hasta el (algunas veces recargadamente) libresco. Esa diversidad se puede comprobar hasta en los autores citados: Calamaro, Fito Páez, Bukowski, Goethe y Coetzee.

Cuando todos esos elementos logran integrarse, Mazeyra nos estrega buenos cuentos, como en los casos de “El faquir y la equilibrista” y “Tras la puerta”. Pero algunos relatos se pierden en la búsqueda del efectismo a través de lo sórdido, lo insólito, lo retorcido y, en los casos de textos protagonizados por escritores (algunos por el propio autor), del malditismo. De todas maneras, La prosperidad reclusa, segundo libro de Mazeyra, confirma a este narrador como un autor de interés.Se pueden leer otros comentarios en el blog del libro.


Javier Ágreda
Diario
La República.
Lima, 21 de junio de 2010

lunes, 21 de junio de 2010

Los cuentos de Orlando Mazeyra Guillén

Por Camilo Fernández Cozman (*)

El cuento gana por knock-out; la novela, por puntos. Aquel recuerda la perfección estilística de un poema; esta permite un mayor desarrollo de la sutil trama narrativa. Que este breve introito nos permita comentar un buen libro de relatos: me refiero a La prosperidad reclusa (Arequipa, Cascahuesos Editores, 2009) de Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980), quien ya había publicado Urgente: necesito un retazo de felicidad (2007). El escritor arequipeño intenta aproximarse al relato corto. Por ejemplo, «Vacíos» tiene solo dos párrafos y explora la analogía barroca de teatro y vida. Esta última es concebida como un escenario teatral que desemboca en el exceso y el delirio. En «Tras la puerta» (uno de los textos más notables), el narrador-personaje explora el tema de la locura en una atmósfera familiar donde anida la falta de comunicación y triunfa el prejuicio: hay temas vetados como la esquizofrenia. En «La dulce espera» se explora el carácter heterogéneo del yo: Todos eran yo. Todos eran un poco de mí, una partícula de mis entrañas (p. 15); se trata de una meditación sobre la escritura que nos recuerda el “Yo es otro” de Arthur Rimbaud. En «El faquir y la equilibrista» se relata una anécdota impregnada de erotismo que conduce a una extraña costumbre andaluza: el protagonista pone clavos, diariamente, en su recámara por las noches para espantar a la muerte (p. 39).

Quisiera destacar dos aspectos en los cuentos de Mazeyra: la caracterización psicológica de los personajes y el manejo de la trama narrativa. El autor arequipeño sabe delinear los contornos de la personalidad de los protagonistas de cada historia; además, hace que el lector mantenga el interés por el desarrollo de los sucesos. Mención especial merece la musicalidad de la prosa que evidencia un trabajo de relojería con el lenguaje. En fin, un libro que merece ser leído con atención y que augura un estilo personal en el concierto de la narrativa peruana contemporánea.

(*) Miembro de número de la Academia Peruana de la lengua. Esta reseña ha sido tomada del blog La soledad de la página en blanco de CFC.

lunes, 5 de abril de 2010

Narrativa arequipeña: "La prosperidad reclusa" de Orlando Mazeyra

"La prosperidad reclusa de Orlando Mazeyra". Artículo, Diario Noticias 5 Abril de 2010.
La narrativa arequipeña no tuvo una tradición literaria como la poesía, sin embargo, la pluma de los narradores no se deja esperar, en estas últimas décadas surgieron libros notables que merecen destacar. Entre ellos, los libros de Orlando Mazeyra Guillén, quien en su corto periplo literario ha sabido cultivar, a través de las letras, un prestigio literario a nivel nacional en poco tiempo.

AB INITIO

Mazeyra Guillén, dedicado a la narrativa a tiempo completo, concibe historias que retratan el espíritu juvenil de la delicada y compleja época que nos toca vivir, los problemas de anorexia, escarceos femeninos, infidelidades, descubrimiento sexual, rasgos obsesivos, depresiones sociales, angustias existenciales, la escritura, donde el alcohol y las drogas son estímulos pasajeros de temer.

Orlando Mazeyra nos presenta un desafío en la nueva narrativa hispanoamericana, su marcado y crudo naturalismo con que presenta sus relatos nos ponen al frente de una realidad marcada por los problemas actuales que conocemos, pero preferimos no ver o vemos y preferimos desconocer. Aunque algunos relatos juegan con el buen juicio del incauto lector resulta necesario abrir nuestra mente para socavar el fondo del asunto propuesto.

CÁLAMO CURRENTE

De cronista deportivo con vitalidad increíble, Mazeyra se encontró con La casa verde de Vargas Llosa, El extranjero de Camus y El túnel de Sábato que cambiaron su vida, su trajín universitario lo envolvió a la literatura como “una forma virtual de alterar el mundo real tanto como el autor y tú (tus tabúes, tus pudores, tus insatisfacciones) lo permitan”.

Por otro lado, la imagen del abuelo, un destacado maestro y docente universitario que, sobre todo, en sus años juveniles quiso plasmar, en sus muchos cuadernos de apuntes, historias en base a sus múltiples lecturas (historia, poesía, filosofía, medicina, zoología, religión, etcétera). El abuelo fue un lector omnívoro e interesado por muchas ramas. Aún Orlando conserva el borrador de un inacabado libro de relatos con un título precioso: Al caer de las tardes. Se presume que, al caer de las tardes, el abuelo garrapateaba con anotaciones ese cuadernos y, de esta forma, procuraba ser un escritor que, si bien no publicó ninguna obra de ficción, escribió artículos e investigaciones en diversos medios periodísticos de la ciudad.

MAZEYRA, EL ESCRITOR

Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980) estudió en el Colegio De La Salle y en la Universidad Católica Santa María, en el 2007 publica su primer libro de relatos “Urgente: Necesito un retazo de felicidad (Bizarro Ediciones, Lima)”. Con “Todo comenzó en la Universidad” ganó el Primer Premio Nacional Universitario Nicanor de la Fuente (2003), organizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque. Sus cuentos han sido premiados en Morelia, México; en el Primer Certamen Literario Axolotl de Buenos Aires, Argentina. Ha publicado en diversos diarios impresos y revistas literarias virtuales a nivel nacional e internacional. Varios de sus relatos han sido seleccionados por el Proyecto Sherezade (Canadá). Otras de sus producciones aparecen el Proyecto Quipu que promueve el crítico Gustavo Faverón y en la bitácora Gambito de Peón del escritor Ricardo Sumalavia. Su segundo libro, “La prosperidad reclusa”, apareció a finales del año 2009.

sábado, 27 de febrero de 2010

«GOLPIZA ILUMINADORA», reseña en Caretas



Bajo el título «Golpiza iluminadora: cuentos de Mazeyra reunidos como un obligado ajuste de cuentas», aparece en la edición 2118 de la revista Caretas, una reseña de José Donayre Hoefken sobre La prosperidad reclusa.

«Parece que cualquier perversión o subversión fuera magnífica plastilina en manos de Mazeyra para diseñar personajes y someterlos a situaciones poco felices».

Para leer la reseña completa hacer clic sobre la imagen.